A PROPÓSITO DEL PAN Y EL CAMINO.

En mi último camino, El Sanabrés, en septiembre de este año,  una buena amiga, Martita, de Ourense, me hizo uno de los mejores regalos que me hayan hecho nunca mientras estoy en  el Camino de Santiago: un pan elaborado por ella y que me llevó a primera hora de la mañana al albergue, para desayunar.

Este regalo, aunque pesaba unos 800 gramos, me llegó al alma, “EL PAN”.

Un estudio finlandés  afirma que comer hace que el cerebro libere endorfinas endógenas.

Los investigadores encontraron que la regulación de estos opiáceos naturales, que pueden producir una sensación de placer o de euforia, podría ayudar al organismo a saber cuándo está satisfecho.

Tanto los lácteos como el pan producen las llamadas exorfinas, responsables del placer al comer estos productos y de crear una cierta dependencia.

En mis 43 años de vida laboral he cocinado platos de aves, carnes de vacuno, porcino, equino, caprino, lanar, piezas de caza,  pescados, mariscos, frutas, legumbres y verduras etc.

He elaborado miles de asados,  estofados y  ragús, fritos, paellas, potages, sopas, cremas, cocidos, patés, galantinas, pastas italianas, quiches, verduras, salsas frías y calientes,  postres dulces como natillas, flanes, puding, tartas, soufles, crepes, etc.

Ha tenido que ser en mi jubilación y por motivo de la pandemia, cuando  he empezado a interesarme por el mundo del pan.

Recopilando recetas de amigos y viendo muchos videos tutoriales en YouTube, he ido recopilando la información necesaria para atreverme a entrar en el maravilloso mundo del pan.

Ahora después de haber hecho un montón de panes a los que no se les puede llamar así  por su errónea ejecución, he conseguido hacer un pan de masa madre que no solo satisface mi paladar sino también el corazón, y no solo mío, sino también de mi familia y amigos.

Sólo elaborando pan,  he sentido una satisfacción infinitamente mayor que en toda mi vida laboral, con cualesquiera de los platos que he cocinado, tanto salados como dulces.

Cuando estás amasando, cociendo, oliendo y comiendo un pan que ha salido de tus manos,  es  el corazón el que realmente se alimenta.

El nivel de satisfacción, de descarga de  endorfinas,  en el caso del pan, de exorfinas, es todo un subidón muy similar a cuando vas caminando por los caminos de Santiago.

Cada vez que llego a Santiago, y antes de marcharme a casa, entre otras cosas, compro un buen pan elaborado con trigo y centeno gallego.

Ni que decir tiene que durante el Camino, vas disfrutando de muchos y muy variados panes a lo largo de la variada geografía de las distintas regiones de España, sobre todo cuando pasas por la Tierra del pan.

Elaborar pan, es otra forma de caminar; no con los pies, sino con las manos y el corazón.

Paco Reina

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